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Apuntes- Pablo Doti – ¡Rebelión! – Cap14

Es la acción de escribir o tomar notas. Es resaltar los textos, pero también es hacer visible a la persona, al escritor, al poeta que escribe esos… Apuntes

 

Cuentan los viejos de la tribu que una vez alguien se animó a levantar la voz, dicen que un grupo de rebeldes trató de subvertir el orden injusto en un grito de insurrección. Fue por eso que tomaron la emisora del pueblo. Así desafiaron públicamente la autoridad absoluta de los Meyers. La potestad de los tiranos, entonces, se vio cuestionada. Nunca antes, desde que los Meyers habían establecido su alcurnia y fortuna como única ley, alguien había osado debatir la impunidad que ostentaban. Cuentan los viejos que la rebelión se desató porque el menor de los Meyers, Timmy, robó los colores de Campo Santo. Timmy violó la sola ley que la familia del poder no podía: entrar al Campo Santo donde nosotros, los nativos, llevamos las almas de nuestros muertos cuando la Umbrosa nos arranca la vida. Es deber de los otros, los que aquí permanecen, darnos sepulcro en Campo Santo. Así, el alma queda en libertad. Timmy entró y robó los colores de Campo Santo. Ofendió a nuestros muertos y a nuestra historia.
Fue así que nació la rebelión.
La soberbia y la impunidad que da el dinero les hizo creer que nada haríamos.
Pero no:
El cacique Yatel juntó a un grupo de dogmáticos. Religiosos que en la fe habían alimentado su rebeldía y los arengó para tomar la emisora. Porque la única manera de llevar la voz de rebelión a todo el pueblo era así. A fuerza de lanzas, cuchillos y valentía, tomaron la radio. Entonces pregonaron sublevación contra los tiranos. Arengaron el caos y la libertad al grito de ¡rebelión!
En este momento del relato los viejos siempre se estremecen. Pero inspiran profundo y continúan:
Los Meyers, propietarios del poder, accionaron el aparato represivo. Yatel y los suyos nada pudieron contra las armas de fuego. Nada pudieron, tampoco, contra los gases lacrimógenos que azolaron sus ojos y nublaron la huida. Tres días después de torturarlos fueron expuestos en la plaza pública para que nunca más osáramos cuestionar el poder de la familia real. Así los dejaron morir.
El pueblo nunca más volvió a preguntar. Sin embargo, la fuerza del relato nos mantiene unidos en silenciosa rebelión.

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